Los dolores frecuentes de estómago, la falta de apetito y la diarrea son indicadores de la presencia de microorganismos.
¿Ha perdido el apetito su hijo, a menudo le duele el estómago, tiene diarrea continuamente, rechina los dientes o se rasca intensamente la cola? Es posible que presente una infección con parásitos intestinales, un problema común en los niños, pero que debe detectarse y tratarse a tiempo para evitar consecuencias graves como la desnutrición y la anemia.
¿Cómo adquiere su pequeño estos microorganismos? Simple: la mayoría de estos se adquieren cuando hay malos hábitos de higiene, como no lavarse las manos después del baño y antes de comer, cuando se consume agua contaminada y alimentos mal lavados, especialmente frutas y verduras, y cuando tiene contacto con mascotas que no están desparasitadas cualquier regularidad o con personas portadoras de parásitos.
De acuerdo con la pediatra Aura Sofía Rico síntomas como el dolor abdominal, o de cabeza, el vómito repentino, la pérdida o disminución del apetito y en ocasiones, el desgano o los cambios de temperamento en el niño podrían ser indicadores de que presenta este problema.
Los parásitos se adquieren cuando hay malos hábitos de higiene, como no lavarse las manos después de ir al baño y antes de comer, consumir agua contaminada o no lavar los alimentos adecuadamente.
Con ese fin, la especialista en pediatría Eugenia Fernández-Goula agrega que los parásitos como los gusanos a menudo descienden por la noche a la región del ano para poner sus huevos, lo que produce un rasguño anormal en la cola.
Estos signos generalmente aparecen mientras el niño está durmiendo y pueden producir un estado de irritabilidad y nerviosismo, lo que provoca sueño inquieto y pesadillas.
Sin embargo, para estar seguros de esto, los expertos recomiendan consultar a su pediatra, quien solicitará un examen clínico completo que incluya análisis de laboratorio de la materia fecal o excremento de un niño para confirmar la presencia de parásitos. y su tipo
Si la respuesta es positiva, el médico le recetará un antiparasitario de acuerdo con el tipo de microorganismo detectado e indicará las dosis apropiadas para la edad, el peso y el tamaño del niño.
Por lo tanto, nunca debe automedicarse a su hijo con purgantes ni probar remedios caseros, ya que esto puede empeorar la situación y generar más molestias y riesgos para la salud.
De hecho, los expertos señalan que los agentes antiparasitarios mal administrados pueden afectar la función hepática.
Enseñar a tus hijos a lavarse las manos con una técnica adecuada y limpiando bien sus uñas es una estrategia de prevención de gran efectividad.
Enseñe al niño a lavarse las manos después de jugar con tierra o arena, después de ir al baño y antes de comer.
Es importante lavarse bien las uñas, donde los parásitos pueden refugiarse.
Verifique la calidad del agua que consume, especialmente cuando viaja. Si no está seguro de la calidad del agua potable que contiene agua del grifo, hiérvala bien antes de beberla y evite comprar jugos y refrescos en la calle. Compre solo botellas de marcas reconocidas.
Recuerde desparasitar a las mascotas con frecuencia. Consulte al veterinario.
Los adultos también deben ser desparasitados con cierta frecuencia, según las indicaciones del médico.
Tenga en cuenta que los niños menores de 5 años tienen un sistema inmunitario en desarrollo, por lo que son mucho más susceptibles a contraer virus.
Por lo tanto, la persona que prepara la comida no debe probar la cocción directamente y debe evitar estornudar. También debes lavarte las manos antes de cocinar.
Enjuague cuidadosamente las verduras y frutas, especialmente las verduras, ya que es más probable que contengan parásitos debido a su relación con el suelo y los procesos de riego que a veces se llevan a cabo con agua de río contaminada.
En los viajes, puede evitar que su pequeña “trague agua” de piscinas, ríos y lagunas.